miércoles, 7 de julio de 2010

Rolemaster

Volvemos al mundo ideado por Ivan y manejado con el sistema de Rolemaster.

Seis jugadores cuyos avatares son: Julio, Hakim y Aelia, los tres habitantes del imperio, Ratan, un huérfano con aspecto de norteño; y Agripa y Rasel, dos hermanos que venían del desierto del este.

En esta ocasión somos críos. Estamos todos entre los doce y los trece años. Así que nuestras características son tristemente lamentables.

Vivimos en Asad, la capital del reino imperial. Agripa y Aelia son los hijos de dos familias influyentes. Ratan y yo, Julio, somos sirvientes en casa de Agripa (de sus padres más bien) mientras que Hakim y Rasel  lo son en casa de la familia de Aelia.

Pasamos los días trabajando unos y estudiando los otros. Por las tardes, con las labores terminadas, nos escapamos donde podemos a hacer cosas de críos, robar pasteles y meternos en algunos líos menores.

Pero la próxima noche vamos a hacer algo grande. Un bardo va a tocar en una de las tabernas del puerto y nos vamos a escapar para verle.

El plan entero ha sido digno de profesionales. Agripa nos ha comprado ropas para pasar desapercibidos, sombreros, capas, cinturones… creo que nos quedan un poco ridículos, pero él dice que así no nos reconocerán. Después hemos conseguido cuerdas para descolgarnos por las ventanas y nos hemos reunido en el puente para ir juntos hacia allí.

La cosa ha empezado a complicarse cuando mis amigos han empezado a beberse unas botellas que Aelia ha robado, Hakim casi no se aguanta de pie. El resto solo hacen tonterías, así casi no llegaremos a ver al bardo.

Al final, en la posada, el bardo había tocado. Un extraño grupo de gente extranjera estaba sentada en el centro de la posada. Había norteños, habitantes del desierto, marineros y ciudadanos del  imperio. Llevaban ropajes extraños, armas y armaduras de calidad. Uno de ellos, muy alto,  tenía aspecto de erudito, vestía con una túnica y parecía que hablaba con cada uno de los comensales en un idioma diferente.

También nos fuimos dando cuenta, mientras bebíamos y nos movíamos inquietos por la taberna, de que había algunos tipos que no consumían nada y que iban armados. Pronto todo empezó a tener un aspecto bastante peligroso.

Continuará...

No hay comentarios:

Publicar un comentario